EL HOMBRE DEL PERIÓDICO III

“Buenas noches ¿Nos conocemos?”
Mi mente repetía ese mensaje una y otra vez y el disco no se daba rayado nunca. El misterioso hombre del periódico no había aceptado mi solicitud pero sí me había enviado un mensaje. Yo no sabía qué responderle. ¿Qué podía decirle? ¿Que era una chiflada que se había montado películas subiditas de tono en su cabeza sencillamente por una foto? Es que esto no tenía ni pies ni cabeza; las pocas neuronas que aún quedaban en funcionamiento me lo repetían aunque no les hacía mucho caso. La valentía que había tenido para enviarle la solicitud de amistad se había esfumado cual humo de cigarro en medio de una tormenta. Sin embargo, una parte de mí quería conocerlo y verle algo malo para darle puerta.

Pasé el día con la mente ida, ni siquiera era capaz de concentrarme en el trabajo y eso me sacaba de quicio. “Vamos a ver, Candela, céntrate.” Me repetía una y otra vez con la esperanza de recuperar la cordura. A media mañana había decidido contestarle un “Buenos días, personalmente no tenemos el placer aunque tenemos contactos en común. Además, sigo tu columna en el periódico y creo que es profesional y competente.” ¡Un punto para mí! ¿O no? A fin de cuentas, he conseguido redactarle algo coherente sin que parezca que soy una acosadora.

Por el momento no le decía nada a nadie porque ¿cómo explicar esta absurda atracción por alguien a quien no conoces? ¿Cómo contarle a tus amigos que fantaseas con un desconocido? Según muchos estudios, esa es una de las fantasías más recurrentes en el género femenino aunque yo estoy plenamente convencida de que si confieso eso me tacharán de depravada o algo peor. A veces, tratar de encajar en la sociedad era complicado ¿por qué la gente no podía tener la mente algo más abierta?

Y con ese tipo de pensamientos e inseguridades me iba acobardando a lo largo del día hasta llegar al punto de mortificarme por sentir esa atracción. ¿Estaba siendo justa conmigo misma? ¿Tenía que seguir dándole explicaciones a los demás por mis preferencias sexuales? ¿Dónde estaba la libertad? Sin embargo, no tenía las agallas para enfrentarme a esos tabúes por miedo a quedarme sola. ¿A quién le gusta ser rechazado? Que le pongan la letra escarlata e ir marcado para vergüenza de todos.

Cuando llegué a casa me encontré con mensajes del susodicho en el Facebook y los leí con el afán de una adolescente.

-Gracias por los halagos, siempre son bien recibidos. Me alegra que te gusten mis columnas. Tú ya sabes mi nombre y yo deduzco que el tuyo no será “Scarlett O'Hara”.

Me entró la risa, ya no me acordaba de qué nombre le había puesto a la red social. Cuando había leído el libro de Margaret Mitchell me había sentido, en cierto modo, identificada con la protagonista pues la tradicional sociedad no veía con buenos ojos el hecho de que una mujer fuese tan desenvuelta e independiente. Y eso me llevó a cambiar el nombre que tenía hasta ese entonces.
En fin, qué puedo decirle; me llamo Candela, aunque la mayor parte de la gente me llama Candy. Y no creo que sea precisamente por lo dulce que soy. Lo más dulce que debe de haber en mí probablemente provenga del gel que uso para ducharme. Muchos de mis amigos me tachan de arisca pero es que detesto a los sobones y cuando voy a algún evento atestado de gente suelo ir esquivando a los que ya llevan un par de copas de más.

-No, mi nombre es Candela. (Carita sonriente) -Ese fue mi resumen. Una parte de mí estaba convencida de que ese hombre me contestaría por cortesía y ya, aunque me equivocaba.
-Un placer Candela. Si lo deseas te puedo enviar un enlace de mi blog de periodismo; a lo mejor te interesa. Le estoy haciendo unas modificaciones y me gustaría contar con diversas opiniones.
-¡Claro!
-Espero que no te moleste mi atrevimiento.
-Intuyo que eso es más marketing que otra cosa.
-Puede ser, aunque para los periodistas con intuir no basta, debemos verificar la información. Aquí te envío el enlace.

¿Esto estaba siendo una especie de tonteo o era solo impresión mía? Accedí al enlace que me había enviado.
-Si quieres mi opinión te diré que está bien aunque personalmente le haría algunas modificaciones. Es muy funcional, sin embargo, la estética es algo ruda.
-Eres una mujer sin pelos en la lengua, me gusta.
-A veces los tengo, empero, no te conozco de nada ¿qué podría perder?

Estaba siendo sincera de más ¿verdad? En mi defensa alegaré que hablar así es mucho más fácil y era cierto. No tenía nada que perder porque ese hombre no esperaba nada de mí. No tenía que darle ninguna buena impresión ni nada. Era solo una fantasía erótica y ya. Y hablando de fantasías eróticas ¿el accedería a hacerlas realidad? “¡Vaya cosas se te ocurren Candela!” Reproché para mis adentros.

-Cierto, aunque podrías perder a un buen conversador. Nunca se sabe.
-Nunca se sabe. Por cierto, tus artículos relacionados con la sexualidad los pondría en un segundo plano. No a todo el mundo le agrada esa información y ponerla a primera vista, en mi opinión, puede ser muy arriesgado.
-Puede ser ¿y tú como mujer qué crees?
-Que la sociedad no está preparada para tus rocambolescas historias.
-¿Por qué crees que son rocambolescas?
-Cuando hablas del sexo y la salud no hablas a nivel genérico, profundizas en historias que la gente no está preparada para oír.
-Pero son historias verídicas.
-Sí, pero la gente no busca la verdad absoluta. Solo buscan una verdad o, sencillamente, una mentira verídica. La sociedad no está preparada para semejante crudeza y transparencia.
-¿Hablas en nombre de la sociedad o en nombre tuyo? Me interesa saber qué opinas tú.
-A mí me gustan; el tono que usas que mantiene rigor pero también conlleva un toque de humor, no exageras ni usas prejuicios...
-¿Crees que debería tenerlos?
-Creo que es bueno encontrar gente así.
-¿Eso es que te alegras de haberme conocido?
-No te conozco. Lo que quiero decir es que a nivel personal es estimulante, no obstante, a nivel profesional no estoy segura de que venda.
-El sexo siempre vende, es un punto básico de marketing. Aunque quiero que sepas que tendré tu comentario presente cuando hable con mi asesor. Gracias Candela, me gustaría seguir en contacto contigo, creo que tienes opiniones interesantes.
-Yo, en sí misma, soy una mujer interesante. No lo olvides. Ya hablaremos. Un saludo.

¿En serio le había dicho que yo era una mujer interesante? ¿Desde cuándo lo pensaba? Da igual, me sentía bien y haber leído sus artículos también. Si hablaba sin esos prejuicios ¿sería el así en realidad o solo una imagen artística que proyectar? Ahora mismo hubiese dado oro porque me acariciase de arriba a abajo, me hubiese gustado tener su cabeza entre mis piernas y decirle que a ver si ese dominio de la lengua no lo tenía solo para hablar... La diablesa curiosa que tenía dentro quería averiguarlo... el angelito tímido me decía que mejor pasaba a otra cosa ¿Ante quién cedería?

… Continuará...

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