EL HOMBRE DEL PERIÓDICO IV

Ya pasaron varias semanas desde la primera toma de contacto con el misterioso hombre del periódico. Seguía sin hacerle cara pero no había noche que no soñase con él. Al principio comenzamos hablando de temas de trabajo y de noticias locales, eso dio paso a alguna que otra pregunta personal y, actualmente, contactábamos a menudo para hablar de todo o de nada importante. Sencillamente por estar uno a cada lado de la red. Mi móvil volvía a parpadear y no tardé ni diez segundos en cogerlo para saber que era él, porque de alguna forma que no podía explicar científicamente... sabía que era él antes de confirmárselo al cerebro.

El mensaje decía lo siguiente: Una amiga mía ha escrito un guión y quiere llevarlo a cabo en una fiesta privada. Es para un juego, tiene que escribir varios y el que le toque lo representará en el convite. Me gustaría saber tu opinión. Te lo envío como archivo adjunto al correo. Échale un vistazo cuando puedas. Espero una respuesta.

Entré en el correo con el huroneo en el cuerpo y abrí el archivo para comenzar a ojearlo.

Qué buen insomnio si me desvelo sobre tu cuerpo. Dame ahora tu boca, me la quiero comer con tu sonrisa.” -Dijo con una ronquedad seductora. Y ella no dudó en corresponderle elevando las comisuras de los labios; porque hay órdenes que no cuesta nada llevarlas a cabo. No importaba que aquellas frases fuesen usadas por grandes de la literatura, no importa cuán trillados estén los tópicos... lo importante es el contexto y el ambiente... y ahora mismo el ambiente estaba más que cargado de excitación sexual pendiente de resolver. Ambas lo sabían y no tenían prisa por corresponderse. Dulcinea era sumisa y obediente en la cama, a su vez, una abogada implacable en tribunales. Dorothy era comedianta en un club pero dentro de la alcoba cambiaba su infinita sonrisa por órdenes severas y sexo duro. Ambas tenían otros nombres que ninguna de ellas sabía, no obstante, tampoco les interesaba. Dentro de esas cuatro paredes solo querían dar y recibir placer, entregar cada rincón de su cuerpo a su amante y deleitarse saboreando todos y cada uno de los minutos en los que podían ser ellas mismas y olvidarse de todo y de todos.



Dulcinea se puso de rodillas ante la orden de su compañera. Su larga melena azabache estaba recogida en una cola de caballo dejando expuesto su cuello a los besos y caricias que Dorothy le daba. No había atisbo de pudor en su completa desnudez... solo una entrega categórica. A ella le gustaba no tener que pensar en nada y solo obedecer, le gustaba poder desconectar su mente de la constante presión a la que se veía sometida día a día. Dorothy usó sus labios para recorrer con maestría la clavícula de su amante y unos rebeldes mechones rubios que se escaparon del moño acompañaron esos besos con cosquilleos provocándole a Dulcinea escalofríos que la recorrían de arriba a abajo.



Una puerta se abrió y un varón de piel blanca y hombros anchos se acercó con tan solo una toalla.

¿Ya habéis empezado sin mí?” y sin más dilación se desentendió de ese paño dejando al descubierto una notoria erección y unos testículos hinchados. Siguió contemplando con fruición ese vals sexual que protagonizaban las dos mujeres. No sabía mucho de sus vidas... sin embargo, sabía tanto de cómo hacerlas gozar... que solo de recordarlo se le ponía más dura.



Dulcinea estaba apunto de correrse cuando él se colocó por delante y la instó a que le succionase la polla. Ella no lo dudó y se la metió golosa en la boca como si fuese la recompensa que estaba esperando desde que había entrado en la habitación. Dorothy seguía aprovechando la humedad de Dulcinea para penetrarla manualmente por cada agujero. Él se estiró para colaborar en el asunto y pellizcó el clítoris de ella notando que la joven que ahora envolvía con la lengua su miembro estaba muy cerca de llegar de nuevo al clímax. Él nunca se correría tantas veces pero le encantaba tener en sus manos mujeres multiorgásmicas.



Tocaba cambiar las tornas, ahora sería él quien penetrase a Dorothy. Ella miró fijamente a su compañera y de sus labios se escuchó “cómeme el coño, preciosa”; Dulcinea obedeció al instante y se introdujo entre sus piernas con la cabeza boca arriba mientras Dorothy era embestida por detrás a cuatro patas.



El sudor comenzaba a perlar sus cuerpos, el olor a sexo impregnaba la estancia y sus mentes estaban en un maravilloso trance del que no querían salir.


Me quedé con la vista fija en el mensaje y tras unos segundos, cerré el documento. Después de haber leído esta historia tenía la boca seca y los labios inferiores húmedos. Nunca había barajado la idea de acostarme con una tía o de ser más de dos en el coito pero debía reconocer que la historia me había impactado ¿mi misterioso hombre del periódico hará ese tipo de cosas? Una parte de mí sentía curiosidad, la misma parte que tenía la certeza de que si se lo pidiese se dejaría llevar... y tanto que se dejaría llevar...

...Continuará...

Comentarios

Entradas populares